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Quizá sea la perra más célebre de la historia. Laika fue puesta en órbita el 3 de noviembre de 1957 por parte de la URSS, en plena Guerra Fría. Fue el comienzo de la carrera espacial y el primer tanto que se apuntaron los soviéticos ante los estadounidenses, quienes sin embargo acabarían por ganar la partida al lograr que el hombre pisara la luna apenas doce años después, concretamente el 21 de julio de 1969.
Solo unos días antes del lanzamiento del Sputnik 2, Laika, una perra callejera, fue recogida en las calles de Moscú por el equipo del proyecto. El objetivo era estudiar el efecto de los vuelos espaciales en los seres vivos. Laika fue elegida debido a su talante tranquilo y a su peso y tamaño, pues las cabinas espaciales eran muy reducidas.
Lo que mucha gente a día de hoy desconoce es que Laika nunca regresó. El viaje de Laika fue, desde el principio, un viaje sin retorno, pues no se tenía previsto que la nave espacial volviera. Durante años se ha pensado que la perra murió a los seis días, cuando se agotó el oxígeno de la nave. Para dulcificar este hecho, durante algún tiempo el gobierno soviético hizo circular el rumor de que se le había realizado una eutanasia a distancia, a fin de proporcionarle una muerte dulce ante la proximidad de la carencia de oxígeno.
La verdad no se conoció hasta 2002. Lo cierto es que la perra Laika murió apenas unas horas después del despegue debido a un sobrecalentamiento de la nave, en circunstancias de nerviosismo, pánico y shock, que pudieron contribuir a acelerar su final.
El Sputnik 2 continuó dando vueltas a la Tierra cinco meses más con los restos de Laika. En el viaje de regreso la nave se carbonizó al entrar en contacto con la atmósfera.