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Los perros tienen menos agudeza visual que las personas. Es decir, necesitan estar cuatro veces más cerca que nosotros respecto a un objeto para percibir sus detalles. Sin embargo, por la noche los perros ven perfectamente, hasta el punto de que son capaces de desenvolverse en la más completa oscuridad. Ven igual que si hubiera luz.
La leyenda popular otorga a los gatos la personalidad de animales dueños de la noche. Y sin embargo, comparten con sus colegas los perros una excelente visión nocturna gracias al Tapetum Lucidum que ambos animales poseen en los ojos. Esta capa de tejido que se encuentra en la parte posterior del globo ocular (y que se traduciría del latín como algo parecido a “tapiz brillante”) se encarga de amplificar la luz que se recibe. Este tejido es una de las causas por las que los ojos de ambas razas brillan en la oscuridad: el efecto lo provoca, simplemente, la luz reflejada en el fondo del ojo, en el Tapetum Lucidum.
Por eso de noche vemos claros o verdosos los ojos de nuestra mascota, y si le hacemos alguna foto con flash siempre aparece con los ojos encendidos. Esta característica del perro es una herencia directa de su antepasado el lobo, un cazador nocturno con una visión nocturna impecable.